América Latina y el Caribe son testigos del mayor flujo de refugiados y migrantes de la historia de la región. Más de seis millones de refugiados y migrantes de Venezuela han salido de su país de origen, y más de cinco millones son acogidos en la región. En agosto de 2021, Colombia acogía a 1,84 millones de refugiados y migrantes de Venezuela, más que cualquier otro país de la región. En este marco, ¿cuáles son los ámbitos de intervención del Centro Integral de Atención al Migrante (CIAMI) Scalabrini en Bogotá, Colombia?

Colombia, come primer país colindante con Venezuela ha sido el puerto natural para el éxodo de los migrantes de aquel país. Al comienzo se trató de una apertura casi natural, casi un contracambio de favores por una migración colombiana hacia Venezuela de años antepasados. A esto tenemos que añadir el perfil general del migrante venezolano que era fundamentalmente profesional, cuales ingenieros, medico, dentistas, abogados etc. y que constituyó un enriquecimiento directo de la sociedad colombiana, como de otros países, incluyendo Europa. Siguió una segunda oleada compuesta por una burguesía media, incluyendo trabajadores, artesanos, técnicos y finalmente la ultima, que recoge todo tipo de periferia económica, educacional y profesional, que tuvo dificultades enormes en la inserción laboral, tomando en cuenta los dos años de pandemia.

Este tercer alud ha desatado, con cierta motivación de facto,  una reacción xenófoba  que Colombia en décadas pasadas no había experimentado.

Los CIAMIS Scalabrini in Colombia, actualmente tres: Bogotá – Cúcuta y Villa del Rosario, han introducido dos conceptos nuevos y en parte revolucionarios. Nos referimos a la acogida – formación y territorio.

Sin dar en largas, la acogida sigue la tradición scalabriniana propia de cada Casa o Centro para migrantes de paso o de residencia hasta tres meses. La primera novedad fue el enfoque sobre la formación, que encontró y sigue siendo ignorada por la mayoría de las agencias internacionales. Por formación nosotros nos movemos según las líneas aceptada en la reunión de Sao Paulo (2017), que pedía por cada migrante que pasara por nuestras instituciones un cambio, desde una regularización migratoria hasta una formación profesional, que habilitara al migrante a volverse autónomo e independiente, de manera de romper con el asistencialismo que caracteriza la ayuda internacional. Fue un choque al principio, cuando denunciamos la dependencia del migrante, hasta una adicción, por kits y comidas que se le quitaba inmediatamente el día que salía de un albergue o refugio. Hoy en día podemos afirmar que por lo menos una grande Agencia de Naciones Unidas acepta la critica de asistencialismo y cambió su forma de ayuda abriendo a una profesión técnica.

El tercer concepto es el territorio. Con el territorio nosotros consideramos una colaboración profunda como reconocimiento histórico por haber sido el primero que acogió las tres distintas oleadas. La gente, sobre todo en Cúcuta y aquí en Bogotá, hizo espacio hacia las periferias en movimiento y aunque sea una zona de tolerancia, supo rentar e inventar formas de ayuda y acogida.

Cabe destacar que nuestra presencia con las diversas organizaciones ha traído un concepto nuevo y se ha impuesto como modelo, a pesar de posiciones a veces contrastantes, pero justificadas por nuestra experiencia en América latina.

 

Desde junio de 2019 poco más de la mitad de los colombianos se mostró en desacuerdo con que el Gobierno acogiera a los venezolanos que ingresan al país, dada la situación en Venezuela. Sin embargo, con el pasar del tiempo, se ha deteriorado la percepción de los colombianos acerca de la integración de los migrantes, incluso cuando se trata de medidas que cobijan a los niños migrantes. La pandemia del COVID-19 ha profundizado las desigualdades preexistentes tanto en la sociedad de acogida cuanto entre los refugiados y migrantes aumentado su la vulnerabilidad en la sociedad. ¿Qué medidas se pueden tomar para trabajar en torno a una política integral para los migrantes y las poblaciones de acogida?

Delante de esta posición, unas premisas se tienen que destacar y digámoslo abiertamente, denunciar.

Este gobierno en nuestra opinión está llevando a cabo un proceso de cancelación de la memoria histórica, empezando con la realidad de una Colombia que conoció una emigración masiva hacia Venezuela desde antes del boom petrolero.  El otro tema objeto de cancelación es la grande problemática de los desplazados internos por la guerrilla, los carteles de narcos y varias otras pandillas que andan sueltas, sin que el gobierno pueda intervenir. El fenómeno está al alza y la tendencia se perfila dramática. Finalmente el tercer tema, que a veces se cruza con la migración es el tema indígenas, por el cual, por lo menos aquí en Bogotá, tendremos que tomarlo en cuenta, porque hay miles de ellos tirado en unos parques desde hace meses y con brotes de inconformidad hasta violencia callejera.

El gobierno repetidamente ha cerrado totalmente cualquier dialogo con el gobierno de Venezuela y lo define oficialmente como régimen. La clausura total se ha manifestado cuando se abrieron las frontera entre los dos países en Cúcuta: nadie del gobierno estaba presente.

Sin embargo, los candidatos presidenciales, del pasado 22 de mayo, todos han manifestado la necesidad de restablecer relaciones diplomáticas con el vecino país. Esto cambiaría definitivamente la situación migratoria. Se suficiente un solo ejemplo: al momento no hay un solo consulado venezolano reconocido por Colombia y esto nos dificulta cualquier documentación.

La clausura total se refleja en la política migratoria, que abrió las puertas con el programa del ETMV, que permite a todo venezolano, bajo ciertas condiciones, un permiso de residencia y trabajo por 10 años, cancelando casi completamente el concepto de refugiado.

Por otra parte si estamos saliendo de la pandemia COVID, acabamos de caer en los efectos de la crisis mundial por la guerra de Rusia en Ucrania. La canasta básica se ha disparado para los más pobres y los migrantes todos aquí pertenecen en su gran mayoría a esta faja.

Desde un punto político, nuestra relación con migración fue nula y digamos claramente hostil. Esperamos tiempos mejores.

 

En junio de 2021, el CIAMI acogió un momento muy importante: la firma del memorando de entendimiento de Colaboración a nivel mundial entre La Red de Migración Internacional Scalabrini (SIMN), de Centros y Albergues para Migrantes en Sudamérica y ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. ¿Nos cuenta el valor de este documento, que subraya la importancia del papel de los scalabrinianos tanto a nivel de interacción e institucional como a nivel local?

 

El momento fue sin duda un hito histórico y nos posicionó a nivel mundial y como acompañamiento de la migración internacional nos comprometió en nuestra misión. Una consecuencia directa, fue el aporte para dos pisos de la escuela de formación financiada por ACNUR.

La firma del convenio pasó a nivel de media de comunicación algo desapercibida por la firma del Alto Comisionario Dr. Grandi, del ETPV, que sin dudas abrió la puertas a un numero importante de migrantes venezolanos. Las últimas estadísticas nos hablan de 632,000 permisos ya entregados, y más de un millón en trámites.

Este encuentro, por otro lado, confirma una actitud propia del Fundador, Scalabrini, que consideraba la componente socio-política fundamental en nuestra respuesta al drama migratorio. Lo destacamos porque en pasado y afuera de las Casas del Migrante o similares, no se toma en cuenta o se ignora. De parte nuestra ya hemos planeado un seminario nacional con unas universidades para después del nuevo gobierno, sobre esta componente, donde pedimos a la academia y a los intelectuales ser parte del proceso migratorio en sus fases de acogida, acompañamiento e inserción en la nueva sociedad, para un futuro común y solidario.

Florenzo Rigoni, misionero scalabriniano, es coordinador de obras sociales en Colombia. A lo largo de los años ha estado en Japón, Alemania, África y América Central. En diciembre de 2020 recibió el Premio Nacional de los Derechos Humanos de parte del Presidente de México.

Foto: Santalessandro.org